Para la mayoría de nosotros los latinoamericanos pagar un seguro implica un gasto más que una inversión, o al menos así lo percibimos ya que, estamos pagando por un servicio donde sólo obtendremos la contra prestación (cobro del amparo) si ocurre el incidente o contingencia que estamos asegurando (accidente, desmembración, muerte, incapacidad, etc.), de lo contrario no obtenemos ningún otro beneficio, de hecho, en Latinoamérica la mayoría de las personas no adquieren seguros de vida, adquieren «seguros de muerte», es decir, usted no cobra ningún valor a menos de que algo le suceda.
Caso distinto ocurre en la cultura europea o norteamericana, allí las personas desde temprana edad adquieren seguros voluntarios de pensión, por ejemplo, o seguros de vida que a futuro se convierten en programas de inversión con retorno de capital.
Pero, realmente lo que esperamos es que nada suceda ¿Verdad? y si es así ¿Que pasa con todos los valores (primas de seguro) que usted paga durante determinado periodo de tiempo si decide cancelar el seguro o se cumple su vigencia? ¿Obtengo algún valor a cambio? Desafortunadamente en la mayoría de los casos NO se obtiene ningún retorno, es decir, usted ya pagó por estar asegurado y afortunadamente no le sucedió nada y por tanto la compañía que lo aseguró no le retorna ningún dinero porque se asume que ya usted hizo uso del seguro sin afectar los valores de amparo (es como pagar un arriendo, por más de que lo hagamos durante muchos años, al entregar el inmueble los cánones de arriendo pasan a ser un gasto no una inversión) . Desde este punto de vista entonces pagar un seguro de vida sí es un gasto.
¿Existe entonces alguna alternativa mejor? ¿Un gana-gana tanto para la compañía de seguros como para el asegurado? Afortunadamente sí. A partir del año 2011 empezó a funcionar en Colombia un modelo de asegurabilidad que a nivel internacional ha funcionado durante muchos años y es la figura de seguro de vida como inversión, es decir, un tipo de seguro de vida que nos permite disfrutar de las ventajas de estar asegurado, la tranquilidad de blindar nuestro patrimonio y el de nuestras familias ante cualquier contingencia incluso de manera vitalicia, protegernos ante una incapacidad total y permanente, muerte por accidente o cualquier causa, rentas por hospitalización, obtener beneficios tributarios, exoneración de pago de primas en caso de que ocurra una incapacidad, etc. ¡Y lo mejor! Si no ocurre ninguna de estas eventualidades (y así esperamos que sea) al final de la etapa de maduración de la póliza tenemos la opción de rescatar parte, igualar o superar la inversión realizada en la misma con crecimientos ajustados por IPC, de manera que tendremos un capital de libre destinación para disfrutarlo como mejor nos parezca (invertir en finca raíz, viajar, pagar la educación de nuestros hijos, cubrir nuestra brecha pensional, etc.).
Es decir, un verdadero seguro de vida que podemos disfrutar «en vida».
Cuando le pregunto a una persona ¿Cuál es su mayor patrimonio? La mayoría responden: mi casa, mi carro, mi negocio, etc. y en ese orden de ideas aseguran sus bienes, pero rara vez aseguramos el mayor patrimonio de nuestras familias: nosotros mismos. Se ha preguntado…
¿Que pasaría hoy con su familia si usted ya no puede acompañarlos más?
¿Que pasaría con usted o su familia si usted se llega a incapacitar y no puede trabajar mas?
¿Tiene idea de cuánto sería su pensión hoy por incapacidad o la pensión de sobrevivientes para su familia si ocurriera un imprevisto?
Recuerde que el riesgo de no estar asegurado no lo asume usted, lo están asumiendo quienes mas ama: su familia.
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